Era uno de esos días en los cuales la rutina se hacía insoportable, hasta tal punto que caminar de un lado a otro era la única señal mandada del cerebro, como queriendo poner a mi cuerpo en un estado Zombie
De esos días en que la flojera no distingue entre la soledad y la pesadumbre, un día tan básico y poco creativo donde el inconformismo se mezclaba con una sensación de no querer hacer nada.
La temperatura se elevó tanto, que hizo sentir como si mi cuerpo se quisiese desprender de este mundo, un fastidio elevado a un gran término y un sudor tan fastidioso que no puedo pintar ahora tan tortuosa escena.
Mi cuerpo zombie caminaba hacia la ventana, mis pasos eran meticulosos y planificados para no gastar energía innecesaria y evitar sudar demasiado.
llegué a la ventana; una ventana amplia, esbelta, decorada en su parte superior con hermosos calados de piedra que terminaban en un arco apuntado.
me recoste sobre la base buscando infructuosamente que un poco de brisa calmara el calor tan agobiante.
De repente el cielo se nublo, aquella tarde de calor intensa había cambiado.
las nubes se agruparon como una bandada de mariposas buscando el néctar de las flores frescas de primavera.
La temperatura empezó a descender.
Brisas por doquier se acercaban precipitadamente y las ramas de los árboles se agitaban qué corazón desesperado por ver de nuevo la cara de su amada.
La lluvia llegó como un sereno tenue.
Y mientras observaba tan fantástico evento, pasaste tu, adornando aquella espectacular escena.
Ibas con el pelo suelto hasta la cintura y mientras los demás corrían para refugiarse de las gotas de lluvia, tu solo caminabas despacio como deteniendo el tiempo, disfrutando cada gota, cada sentimiento de estas, disfrutando la brisa que recorría tu cuerpo.
la lluvia se convirtió en un torrencial aguacero y mientras este curaba tus heridas, decidiste pararte ahí.
Alzaste tu rostro al cielo y extendiste tus brazos, volteastes la mirada y miraste justo a mis ojos, me observaste tratando de entender que observaba yo en tí, sonreistes.
vi las gotas de lluvia caer de tu rostro, vi como tu ropa se empapaba. te vi completamente desnuda a la lluvia, sin huir de ella, siendo ella y parte de ella.
luego vi tus ojos y comprendí lo que ellos decían.
Dos almas gemelas se acababan de cruzar.
Desde ese día, cada vez que llueve, te veo pasar;
y no me quedo solo mirando
porque me enseñaste que la felicidad no está en el mirar por medio de una ventana,
es saltar sobre ella, y correr hacia la lluvia, la felicidad es mojarse, abrir los brazos, mirar al cielo, disfrutar cada gota de vida.
La felicidad no es ver los sueños de los otros pasar, la felicidad es mojarte con tus sueños, la felicidad eres tu cuando decides no ser espectador.
...La felicidad eres tú, bajo la lluvia...
~ Luis Miguel Montes
Excelente
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminar